A partir del mes de mayo, los adultos mayores del Centro Abierto Padre Damián de Molokai eligen a uno de ellos como la mejor compañera o el mejor compañero.
Así, esta semana se dio inicio a lo que será un hermoso momento de convivencia y fraternidad, y la elegida fue Luisa de Jesús Pérez Aspe, o más bien, Luchita.
Con una sonrisa que contagia y una energía chispeante, Luchita es reconocida por todos por su disposición a ayudar, su cariño, y su permanente alegría. “Me gusta cooperar, si la persona no se puede levantar yo la ayudo”, cuenta con humildad. “Estoy muy agradecida de que me hayan elegido como la mejor compañera, no me esperaba esta sorpresa. Estaban todos contentos”.
Luchita trabajó 42 años en un colegio, desde los 24 años, primero como personal de aseo y luego como manipuladora de alimentos. “Toda una vida en el colegio”, dice con orgullo.
En el centro abierto se ha sentido acompañada y contenta. “Vengo todo los días y todo el día porque me entretengo. En mi casa lloraba mucho. Acá le ayudo a las tías”.
Su historia también está marcada por una profunda pérdida: hace casi dos años falleció su hija Fanny a causa de un cáncer. “Me levantaba y me acostaba pensando en la Fanny. En la iglesia me explicaron que no tenía que preguntarme “por qué” había pasado esto, sino “para qué”, y eso me ha ayudado. Pero un hijo es un hijo. Es otro dolor”, dice con la sabiduría de quien ha aprendido a transformar la pena en compañía para otros. Luchita ha encontrado en el Centro Padre Damián un nuevo lugar donde sentirse querida y acompañada.
Su elección como mejor compañera es, sin duda, un reconocimiento a una mujer que, con sencillez y corazón, ha hecho del cariño una forma de estar en el mundo.